Perú

Desde este prisma, y teniendo presente que es precisamente la población femenina que habita estos espacios, por la responsabilidad histórica que ha asumido como gestora del hogar y de la comunidad, la que más sufrirá las consecuencias del cambio climático, quizás no es tan descabellado sensibilizar y capacitar en las implicaciones que éste supone para su día a día y en cómo es posible minimizarlas.

Por ello, desde 2016, Fundación Adsis colabora con la ONG peruana FOVIDA en el desarrollo de proyectos orientados a la adaptación y mitigación de los efectos del cambio climático en Lima Sur, trabajando con los asentamientos y con un enfoque de género, ya que los impactos son desiguales (por ejemplo, una ola de calor afectará más a las mujeres que pasan más tiempo en sus viviendas, con techo de metal, que a los hombres que trabajan fuera de sus asentamientos).

En primer lugar, se forma y asesora al funcionariado para que tenga presente la realidad de estos barrios y de quienes más tiempo los habitan (las mujeres) e incorporen intervenciones que permitan una mejor calidad de vida. Algunos temas clave que han surgido a raíz del análisis de las lideresas de estas comunidades es la necesidad de crear áreas verdes y huertos urbanos, mejorar la gestión de residuos, o invertir en infraestructura resistente a riesgos de desastre.

En segundo lugar, se trabaja con las lideresas para que también tomen conciencia de los peligros y perjuicios que sufren sus hogares como consecuencia del cambio climático y de cómo sería posible minimizarlos. El objetivo en este caso es que elaboren sus propias propuestas e interpelen a la Administración pública para avanzar en una agenda de desarrollo sostenible.

Según un estudio realizado por FOVIDA, las mujeres, como encargadas de la vida doméstica, tienen, a la ya habitual sobrecarga de trabajo no remunerado, una sobrecarga adicional para lidiar con todos aquellos impactos relacionados con el cambio climático, como puede ser el reaprovechamiento del agua o la gestión de los huertos urbanos. Tal y como asegura la pobladora Zaida Jiménez: “Al trabajo que ya nos suponía la gestión del agua, ahora además nos preocupamos de reutilizarla el máximo posible para sacarle el mayor partido”. También requiere una gran inversión de tiempo y esfuerzo por parte de las mujeres -evidencia el estudio realizado por FOVIDA-, todo lo que tiene que ver con las conversaciones con las autoridades para que se ocupen de nuevas problemáticas domésticas surgidas a raíz de la sequía o las lluvias torrenciales.

En este sentido, es muy importante todo el trabajo de vigilancia que realizan estas mujeres para que, una vez aprobadas ciertas políticas, se cumplan. Y es que tal y como comenta Sofía: “En Perú, con cada cambio de gobierno, cambia el funcionariado al completo, de manera que cosas que se han aprobado con un mandato puede ser que queden archivadas en un cajón en el siguiente”.

Finalmente, el programa incide en mejorar la formación de las propias comunidades, principalmente en cuestiones de seguridad hídrica y alimentaria y de gestión de los residuos. “Estos asentamientos no tienen acceso directo al agua, con lo que dependen de las cubas de agua que les traen periódicamente. Un bidón mal higienizado o mal cerrado puede suponer la contaminación de esa agua, con consecuencias en la salud de quien la beba”, comenta Beatriz Pascual, cooperante de Fundación Adsis en Perú. “También -añade-, la higiene en los mercados informales o a la hora de gestionar los residuos marca un cambio significativo”.

Está claro que la problemática de los asentamientos humanos en Lima y en muchos otros lugares del mundo (según la ONU, más de mil millones de personas viven en barrios marginales y asentamientos informales, de los cuales casi un 18% se encuentran en América Latina y el Caribe) no tiene fácil solución, por lo que el derecho a un hábitat digno se ha convertido en un privilegio, pero tal y como se encarga de recordarnos la presidenta de la olla común (una especie de cocina comunitaria) “Muy-Muy-Ves”, Nélida Rodríguez: “Es necesario que todo el mundo tome conciencia de los riesgos del cambio climático y de que sus impactos no afectan por igual a todas las personas”. Y añade: “Con ello, y trabajando de manera conjunta, estoy segura de que sí se puede”.