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Nadia Ghulam

Mujer afgana que pasó 10 años haciéndose pasar por su hermano muerto para luchar contra la restricción talibán hacia las mujeres

Hablamos con Nadia Ghulam, mujer nacida en Afganistán en 1985. Hoy vive en Barcelona gracias al apoyo de una ONG que la llevó a Catalunya. Estudia y da conferencias en defensa de los derechos de las mujeres.

Nacer mujer siempre ha conllevado diferencias respecto al sexo opuesto. En algunos países más que en otros, las mujeres viven sometidas a una vida que las discrimina en todos los niveles. Es el caso de Afganistán, el corazón de Asia. Nadia nació allí. Cuando tenía tan solo 8 años, una bomba del régimen talibán arrasó su casa, dejándola en coma y con graves heridas en el rostro, la cabeza y el cuerpo. Muchos de sus familiares murieron. Era el año 1991 y todas las personas huían bajo los bombardeos en busca de un lugar seguro.

“Cuando me desperté, en el hospital, escuchaba que mi familia le decía a mi madre: ¿Por qué quieres que se cure, si es una mujer?. Los médicos añadían: No servirá para nada, porque nadie se casará con ella. Está quemada”, explica Nadia, sin ni siquiera parpadear.

Con 11 años, Nadia quiso actuar en busca de una solución ante una sociedad devastada por la guerra y que atentaba contra sus derechos por ser mujer. “Vi que las mujeres no podían trabajar, ni estudiar, ni salir de sus casas con libertad. Me vestí de chico, tomando la identidad de mi difunto hermano, pensando que las cosas iban a cambiar. No sabía que esta esperanza iba a durar 10 años. Así que viví con esta identidad una década”, cuenta Nadia. “Pero vestirme de hombre es solo un matiz más de mi lucha, por tener ideas propias para ser una persona libre en una sociedad que no nos enseñaba a serlo”.

"No soy capaz de aceptar las normas que dictan cómo tiene que ser una mujer en mi país"

Nadia vivió como hombre siendo mujer, viendo su mundo desde dos prismas. “Yo aprendía. Comprobaba con mis acciones que yo tenía más habilidades para analizar las cosas y entenderlas. Y al mismo tiempo escuchaba cómo creían que ellos eran más inteligentes”.

“La sociedad nos pone muchos límites. Es como una vacunación a las mujeres desde pequeñas: que nos obliga a obedecer, a casarnos, tener hijos, hacer caso a los hombres… Ocurre en la sociedad afgana, que es extremo; y también aquí, que pensamos que hay muchas libertades pero no es así”, sentencia.

Nadia vive ahora en Barcelona, formándose y ofreciendo conferencias en defensa de los Derechos Humanos.

Cada año viaja a su país para ver a su familia. “Cuando voy a mi país me siento como un pájaro al que le han puesto una trampa. Parece raro ¿no? El pájaro golpea para escaparse buscando una manera de huir. Pierde sus plumas aleteando en la jaula y puede hacerse daño. Yo soy ese pájaro. Yo pierdo peso cuando voy a Afganistán, me afecta mucho emocionalmente, dejo de comer, pierdo la ilusión y las ganas de vivir. No soy capaz de aceptar las normas que dictan cómo tiene que ser una mujer. Al pájaro de jaula le ponen un poco de comida cuando su amo viene, el pájaro que vuela va a comer cuando puede. Yo no quiero que me pongan la comida, yo quiero buscar la comida y comer la que me gusta más”.

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