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Generaciones

04/2019 - Barcelona

Al entrar se respira silencio, calma. Tal vez el tiempo ya les ha dado oportunidad de decir muchas de las cosas que ahora permanecen. Sus pasos son lentos, frágiles, pero con una estabilidad que va más allá de lo que sus huesos soporten.

El grupo de jóvenes que cursan peluquería llega a la residencia y se empiezan a escuchar algunas risas tímidas, con timbre juvenil. Las personas mayores les reciben con sonrisas y con gestos de afecto. Los chicos y chicas les saludan con la misma mirada con la que observan a sus abuelas y abuelos. Es un sentimiento entre el respeto y la admiración, sabiendo que los momentos que comparten juntos se convertirán en una experiencia única.

Este intercambio intergeneracional se ha dado gracias a la colaboración que la residencia Kristel de Barcelona ha ofrecido al proyecto PASSWORK, para que l@s jóvenes que cursan el Programa de Formación e Inserción (PFI) de Peluquería puedan realizar sus prácticas de maquillaje, peinados y manicura, a la vez que generan un vínculo con personas de edad avanzada.

La empatía, el aprendizaje, el cuidado, la solidaridad y el respeto son solamente algunos de los valores que cada participante se llevará para siempre. Se trata de una actividad que ha despertado el lado más sensible de cada un@, tanto de l@s jóvenes como de l@s ancian@s.

 





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Selene siempre ha tenido claro que quería dedicarse al cuidado de personas de la tercera edad. El curso de peluquería y estas prácticas en la residencia, le confirmaron su vocación.

“Para mi ha sido una experiencia única. Me han transmitido mucho cariño. El primer día, me daba un poco de miedo al ver a las yayas tan sensibles, pensaba que les iba a hacer daño al hacerles la manicura. Pero luego vi que se sentían bien y yo también”, recuerda Selene.

Ella y sus compañer@s han generado un vínculo muy especial con las personas que han peinado, maquillado y cuidado durante este período de prácticas. Unas prácticas que van más allá de desarrollar sus competencias a nivel profesional, les han dotado de aprendizajes vitales.








 

 

 





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Desde el principio, cuando surgió la posibilidad, el equipo educativo lo vio claro. La experiencia fuera del aula y el trato con personas que requieren atención, les sacaba a ell@s del foco al que normalmente están acostumbrad@s, el de ser beneficiari@s. Estas prácticas les han cambiado los roles, siendo ell@s quiénes prestan el servicio de atención a otr@s.








 

“Se les pone en la situación de dar, y no de recibir. De esta manera sacan toda su ternura y su atención hacia los demás. Han respondido muy bien ante abuelas y abuelos con movilidad reducida, tratándoles con mucha delicadeza y paciencia, poniéndose a su servicio”, explica María López, educadora social y coordinadora de los PFI's.

L@s jóvenes se llevan historias que les acompañaran en su viaje personal y han podido poner en práctica técnicas del curso que les empodera a nivel profesional. La experiencia termina, pero no la relación personal que han establecido con las personas mayores a quiénes quieren seguir visitando, para compartir más conversaciones y estar a su lado, escuchándoles y aprendiendo de cosas vividas y por vivir.